Aun a riesgo de hundir mi reputación, les contaré una cosa: de pequeño me encantaba escuchar a Raphael –en esto tiene mucho que ver mi madre–, incluso lo imitaba y hasta me aprendí medio repertorio suyo. Pues bien, una de sus canciones, «Hablemos del amor», decía así:
«Hablemos del amor una vez más
que es toda la verdad de nuestra vida.
Paremos un momento las horas y los días
y hablemos del amor una vez más.»
Y eso es lo que he hecho hoy, parar un momento las horas y los días y escribir este post sobre el amor, y seguro que más de uno se preguntará: ¿qué hace un abogado de familia hablando del amor? Eso mismo me pregunto yo, pero es que me han insistido tanto en que escriba un post sobre el amor que al final «me he venido arriba» y aquí tienen mi post.
Lo cierto es que muchas personas piensan que por ser abogado de familia o abogado matrimonialista –que mal suena–, uno es un experto en el amor, pero no, yo soy un humilde aprendiz, como todos, que aprende de la experiencia, con ese famoso sistema de ensayo y error.
Sin embargo, después de quince años de ejercicio profesional, escuchando a muchas personas en el momento de su ruptura, he sacado algunas conclusiones.
Que nadie piense que en este post va a encontrar «el secreto» para tener una relación amorosa exitosa –si yo conociera ese secreto, lo patentaría y me dedicaría a dar conferencias sobre el tema–. En este post lo que quiero compartir con mis apreciados lectores son algunas de las cosas que, en mi opinión, pueden llevar una relación al fracaso.
Y ya saben, tan importante como saber qué es lo que hay que hacer en la vida es saber lo que no hay que hacer.
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LA FAMILIA ES LA SEGUNDA CAUSA DE DIVORCIO
Para los que se están preguntando ¿cuál es la primera causa de divorcio?, les diré que la primera causa de divorcio es ¡el matrimonio! Bromas aparte, si algo tengo claro es que una de las principales causas de divorcio es la familia.
Lo cierto es que hay muchas personas que no saben cortar «el cordón umbilical», y entre la pareja y mamá acaban eligiendo a mamá, hasta el punto que cuando se van a divorciar vienen al despacho con «mami». Y si te descuidas, mamá es quien lleva la voz cantante, y hasta que mamá no da el visto bueno, no se puede llegar a un acuerdo; y si mamá dice que no hay acuerdo, pues no hay acuerdo.
Siempre que hablo de esto recuerdo una pareja que vino a mi despacho a divorciarse de mutuo acuerdo. Después de un rato escuchándolos, se me ocurrió decirles: «creo que lo que necesitáis no es divorciaros vosotros, si no divorciaros de vuestras familias».
Meses después vinieron a verme, me contaron que habían puesto un poco de distancia con sus familias; por primera vez les habían puesto límites, y estaban viviendo una segunda luna de miel.
Perdí una minuta pero gané la satisfacción de saber que dos personas que se iban a divorciar estaban juntas y eran felices.
Sinceramente si alguno de mis apreciados lectores/as tiene en mente iniciar una relación seria, bien sea como pareja de hecho o casándose, mi consejo sería –si me lo permiten– que piense que a partir de ese momento su familia será su pareja y, cuando lleguen, sus hijos. Al resto de familiares hay que quererlos, pero también hay que ponerle límites. De esto, entre otras cosas, dependerá que la pareja se consolide o se vaya al garete.
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NO VAS A CAMBIAR A TU PAREJA
Es curioso, pero hay muchas personas que se emparejan, e incluso se casan, pensando que van a cambiar al compañero/a, ya saben aquello de «…ya lo cambiaré». Sin embargo, la realidad es que nadie cambia a nadie y que si se produce el cambio, la mayoría de las veces es temporal –«La cabra siempre tira al monte»–. No me cabe duda que puede haber excepciones, pero son eso, excepciones.
A lo largo de estos años son muchas las mujeres que me han contado que cuando eran novios él era violento, como me han dicho algunas mujeres «se ponía nervioso y les ponía la mano encima…». Estoy seguro que se casaron enamoradas y convencidas de que lo iban a cambiar, pero años más tarde han tenido que rendirse a la evidencia y salir corriendo de ese matrimonio/infierno, después de haber sufrido muchas humillaciones y episodios de violencia…
También he tenido casos de hombres que me han contado cómo su pareja, cuando eran novios, era muy celosa –ojo a los celos–. A ellos incluso les gustaba la idea porque pensaban que eso era señal de «lo mucho que me quería…». Estos hombres, al igual que las mujeres de las que les he hablado antes, se casaron enamorados y convencidos de que esos celos pasarían, sobre todo porque no había motivos que los justificaran. Sin embargo, con el tiempo, esos celos arruinaron la relación, desembocando incluso en episodios de violencia –sí, también hay mujeres violentas– con malos tratos físicos y, sobre todo, psicológicos, hasta el punto de que muchos de ellos después de unos años de relación han necesitado tratamiento psicológico y, a día de hoy, arrastran serias secuelas.
En otros casos, sin llegar a esos extremos, lo que sucede es que una persona se enamora de otra pensando que la va a cambiar, y no se da cuenta de que quizás no la quiere tanto como piensa –cuando de verdad quieres a alguien no deseas cambiarlo, amas y aceptas tal como es esa persona–, y lo que es peor, no asumen la realidad: que no lo van a cambiar.
Y ahí es cuando viene la frustración, y más tarde la ruptura. Porque si te emparejas con una persona con la idea de cambiarlo y no cambia –que no va a cambiar, asúmelo–, más pronto o más tarde eso se romperá.
Lo cierto es que si te gusta tu pareja, ¿para qué lo/la vas a cambiar? Y si no te gusta, ¿para qué te complicas la vida?
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OJO CON INTERNET Y LAS REDES SOCIALES
No me cabe duda que los tiempos cambian y que hay que adaptarse a las nuevas tecnologías –se lo dice un forofo de las redes sociales–, pero algo llamativo es que de un tiempo a esta parte, en casi el 50 % de los procedimientos de familia, aparecen Internet o las redes sociales.
Hay dos supuestos claramente diferenciados:
a) Aquellos en los que «gracias» a Internet o las redes sociales surge una relación.
b)Aquellos en los que Internet o las redes sociales son «la causa» de la ruptura de esa relación.
Internet nos está cambiando la vida, no me cabe duda de ello, y en una de las cosas que está cambiándonos la vida es a la hora de entablar relaciones, sean de amistad o pareja.
Son muchos los casos en los que la historia es la misma: se conocieron por Internet, se entusiasmaron, se enamoraron –o se calentaron– y fruto de la pasión en muy poco tiempo nació un hijo, y sorpresa, sorpresa, al poco tiempo uno de los dos –o los dos– descubrieron que él o ella no era lo que decía ser.
He conocido casos de lo más variados desde mentirosos/as patológicos/as a auténticos/as desequilibrados/as mentales pero, amigos y amigas, ya «era tarde», el bebé ya había nacido.
Y al final, uno u otro, o los dos, han tenido que «salir corriendo», porque más pronto que tarde han descubierto que la persona que conocieron «online» nada tiene que ver con la que han conocido «offline».
Con esto no quiero decir que Internet o las redes sociales sean una mala forma de conocer gente –tan buena o tan mala como conocerse en un pub, por ejemplo–. Lo que sí quiero decir es que hay que ser prudente y tener presente en todo momento que no es oro todo lo que reluce.
En cuanto al segundo de los supuestos, aquellos en los que Internet o las redes sociales son causa de la ruptura de esa relación, no creo que haya mucho que añadir. Internet y las redes sociales son formas de conocer gente y entablar relaciones, pero con infidelidad o sin ella, lo cierto es que están dando lugar a muchas rupturas, por lo tanto, una vez más, hay que apelar a la prudencia.
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LOS POLOS OPUESTOS «NO» SE ATRAEN
Siempre se ha dicho que «Los polos opuestos se atraen», sin embargo, permítanme decirles que, después de quince años escuchando a muchas parejas en el momento de su ruptura, he llegado a la conclusión que eso no es así.
Es cierto que en un principio puede ser muy atractivo alguien distinto a ti, alguien a quien le gusten, por ejemplo, las emociones fuertes y llevar una vida totalmente distinta a la que a ti te gusta pero, al final, eso «peta».
Si a uno le gusta la playa y a otro la montaña, a uno los deportes de aventura y a otro quedarse en casa, uno es un juerguista empedernido y otro odia salir, uno es un adicto al trabajo y otro lo odia, etc., etc., al final, esa relación está abocada al fracaso.
En mi opinión, lo que hace que una relación perdure es que tengan intereses comunes. No tienen por qué coincidir en todo, pero cuantos más intereses comunes tengan, más posibilidades tendrán de funcionar como pareja. Eso de que «Los polos opuestos se atraen» podrá funcionar inicialmente, pero al final, estoy seguro que uno o los dos se acabará cansando.
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UN HIJO NO ES LA SOLUCIÓN A TUS PROBLEMAS
Esto es ya es un clásico. Son muchos los casos de parejas que, cuando todo se acaba –o intuyen que está a punto de acabarse–, deciden «tener un nuevo hijo», como si un hijo fuera la solución de todos los males que afectan a su relación.
Nada más lejos de la realidad. Son varios los casos que he tenido en mi despacho: han venido decididos a divorciarse pero, en el último momento, han decidido tener un hijo, como si ese hijo fuera la solución de todos sus males o el último intento por salvar la relación… Tiempo después, o bien vuelven para que «los divorcies» definitivamente –pero con un hijo más– o, aunque no vuelven, te encuentras a uno de ellos y te cuenta que al final se divorciaron.
Creo que un hijo debe ser fruto de un acto de amor y responsabilidad, nunca un parche para una relación que hace aguas…
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LO CONTRARIO DEL AMOR NO ES EL ODIO, ES EL DESAMOR.
Dicen que «Del amor al odio hay un paso», sin embargo, en mi opinión, del amor al odio hay un trastorno mental, una patología o, en el mejor de los casos, una falta de madurez. Quien, después de una ruptura odie a su ex pareja –sin que haya una razón de peso para ello (ej.: denuncias falsas, malos tratos, …)–, que se lo mire bien mirado, porque tiene un problema.
Lo contrario del amor no es el odio, es el desamor o una forma distinta de amar; que una relación termine no quiere decir que se deje de «querer» a la otra persona.
Tengo que confesar que he conocido parejas, sobre todo en los casos de divorcios de mutuo acuerdo, que me han sorprendido por el «buen rollo» que tenían entre ellas, y creo que eso es lo sano, más aún cuando hay hijos de por medio.
Si has estado con una persona es porque te gustaba, la querías o la amabas, ¿porque dejes de estar con ella la vas a odiar? no tiene sentido.
Hay que asumir que la vida es muy larga, y que no siempre se puede compartir con la misma persona –hay quienes sí y quienes no–; que hay compañeros/as de vida que te acompañarán un largo trayecto y otros un trayecto más corto, pero eso no es ni bueno ni malo, es parte de la vida.
Creo que después de una ruptura puede –y debería– quedar el afecto, el agradecimiento o el respeto por todo lo bueno vivido y compartido, aunque soy consciente de que el comportamiento de algunos/as ex hace que esto sea imposible, pero bueno, lo importante es que si alguien acaba odiando al otro, no seas tú.
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CONCLUSIÓN
Como decía al principio de este post, no conozco cuál es «el secreto» del amor, aunque con la edad y la experiencia empiezo a intuir cuáles son algunos de los ingredientes necesarios para que una relación funcione… Eso sí, con el paso del tiempo, he aprendido cosas que pueden dar al traste con una relación, muchas de ellas expuestas en este post.
Tengo claro que, en contra de lo que dicen muchos, una relación no consiste en aguantar –todavía hoy sigo escuchando a gente que dice que la gente no «aguanta» y que para que el matrimonio dure (curioso, no dicen para que el matrimonio funcione) hay que aguantar–. Sin embargo, lo mejor que se puede hacer cuando una relación no funciona, si realmente «quieres» a tu pareja –aunque ya no sea como pareja– y, sobre todo, si hay hijos, es terminar, y hacerlo de la mejor forma posible, antes de que las cosas se deterioren hasta llevarte a situaciones extremas.
Una relación no consiste en «aguantar», consiste en «amar». Como hay muchas formas de amar –cada uno tiene la suya, algunas buenas y otras no tanto–, hay que decir que hay que amar con los ojos abiertos e incondicionalmente.
Dicen que «El amor es ciego» –quizás por eso hay tantas rupturas–, pero yo opino todo lo contrario, el amor no es ciego, por eso digo que hay que amar con los ojos abiertos, bien abiertos, y una vez que has visto bien lo bueno y lo malo que esa persona tiene –todos tenemos cosas buenas y malas– hay que AMAR INCONDICIONALMENTE, es decir, sin límites ni condiciones, aceptando a tu pareja como es, y si no te gusta cómo es la otra persona, no sigas. El mejor favor que te puedes hacer a ti y que le puedes hacer a él o a ella, es dejarla marchar, porque dejarla marchar también es una forma de amar.
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Cerrajeros Urgentes dice
Me encanta este blog, gracias por compartir sus conocimientos me han servido de mucho.
Felipe Mateo dice
Estimados «Cerrajeros Urgentes», me alegro de que les guste el blog y de que les sea útil. Saludos y gracias por su comentario.
Gemma dice
Felipe: Suscribo el contenido de tu post en su totalidad. Qué buen resumen de lo que oímos y vemos en el despacho!!. Insisto, muy acertado y real todo lo que dices. Soy compañera («matrimonialista») y compañera mediadora.
Felipe Mateo dice
Estimada compañera «matrimonialista», me alegro de que coincidamos en el «diagnostico». Saludos Gemma