Este es el primer post del año 2025, por eso, antes que nada, quiero desearles un feliz y próspero año nuevo.
Como saben los que siguen este espacio, es costumbre que el primer post del año lo dedique a mi profesión, la abogacía. Y este año quiero referirme a algo de lo que no se habla habitualmente –pero que veo con frecuencia–, «el miedo».
El miedo que se puede manifestar de muchas formas como miedo a intentarlo, miedo a salir de la zona de confort o, simplemente, miedo al año que empieza.
NO TENGAN MIEDO A INTENTARLO
Estas pasadas navidades, con los más pequeños de la familia, fui un día a un salón de juegos recreativos. Uno de ellos, de 11 años, me dijo que quería jugar en una máquina en la que echas un euro y «puedes conseguir» un peluche. Yo le dije que no lo hiciera porque era un «timo» y no lo iba a conseguir. Su respuesta fue: «Quiero intentarlo» –palabras textuales–.
Tengo que confesar que me gustó su respuesta; me desarmó; me dejó sin argumentos. Lo intentó tres veces y no lo consiguió, pero se fue con la satisfacción de haberlo intentado.
Esta anécdota me inspiró para escribir lo que hoy quiero compartir con ustedes, mis estimados lectores.
Uno de los miedos más comunes –no solo en la abogacía– es el miedo a intentarlo. Sobre todo, a intentar algo que no hemos hecho nunca –miedo que, en el ejercicio de la profesión, se puede traducir en miedo a platear pretensiones nuevas ante los juzgados y tribunales–.
Cuando digo pretensiones nuevas, no me refiero a peticiones novedosas que nadie haya planteado –que también puede ser–. Principalmente me refiero a pretensiones que uno nunca ha planteado ante un juzgado o tribunal, pero sobre las que hay legislación e incluso jurisprudencia.
Este miedo, como cualquier otro, es un mal compañero de viaje, porque nos paraliza y –como se puede ver en la historia que voy a compartir a continuación– nos puede hacer perder oportunidades e incluso nuevos clientes.
Este pasado año 2024 un cliente de Granada y otro de Soria contrataron mis servicios porque, después de consultar con varios abogados de sus respectivas ciudades, todos les habían dicho que lo que querían hacer no era posible. Sin embargo, esos dos clientes habían leído mi blog y visto mis vídeos y sabían que lo que ellos querían hacer sí era posible.
Para los que se estén preguntando qué pretensión tan novedosa querían plantear estas personas ante los juzgados, la respuesta es muy sencilla: sus hijos habían alcanzado la mayoría de edad y querían solicitar la extinción de la atribución del uso de la vivienda familiar al amparo de lo dispuesto en el artículo 96 del Código Civil, cuestión a la que dediqué –en este mismo espacio– el post «Reforma del artículo 96 del Código Civil: extinción de la atribución del uso de la vivienda con la mayoría de edad de los hijos».
Dicha pretensión puede parecer novedosa, ya que la reforma del artículo 96 del Código Civil es del año 2021 –razón por la que es comprensible que un abogado pueda tener miedo a presentar por primera vez una demanda solicitando la extinción de la atribución del uso de la vivienda familiar porque los hijos han alcanzado la mayoría de edad–, pero es una pretensión sobre la que hay legislación e incluso empieza a haber jurisprudencia, sobre todo de las distintas audiencia provinciales, razón por la que les digo: no hay motivo para tener miedo.
En mi opinión, y creo que muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo, el miedo a intentarlo nace de la «ignorancia», de no tener control sobre lo que se acomete, de enfrentarse a algo por primera vez. Por ejemplo, a mí me daría «mucho miedo» llevar un procedimiento contencioso administrativo o mercantil porque hace más de veinte años que no toco esas materias.
De todo esto podemos concluir que lo «bueno» de este miedo es que tiene «cura»: se cura estudiando los casos, la legislación y la jurisprudencia. De hecho, no hay nada que te dé más seguridad a la hora de entrar en una sala de vistas que dominar el caso, la legislación y la jurisprudencia.
Eso sí, quiero aclarar que no hay que confundir el ¡No tengan miedo! con plantear pretensiones sin fundamento o temerarias.
Mi madre –que no era abogada– siempre me decía algo que tengo muy presente en mi día a día: «El no ya lo tienes, ahora ve a por el sí». Por eso «No tengan miedo a intentarlo», en el peor de los casos les pueden decir que no. Pero el no ya lo tienen, ahora vayan a por el sí.
NO TENGAN MIEDO A SALIR DE LA ZONA DE CONFORT
Dicho en términos coloquiales: la zona de confort es una zona en la que «nos movemos como pez en el agua», en la que, como diría el diestro José Ortega Cano, «Estamos tan a gustito…».
Sin embargo, la zona de confort también es una zona en la que el individuo no arriesga nada ni se esfuerza, por eso está muy cómodo. Pero ni crece ni avanza, lo cual, en cierto modo, guarda relación con el miedo a intentarlo. Al fin y al cabo, para qué nos vamos a «complicar» la vida con intentar cosas nuevas –y quizás fracasar– si podemos hacer siempre lo mismo.
Pero la realidad es bien distinta, porque queramos o no queramos, por las buenas o por las malas, vamos a tener que salir de la zona de confort ya que la vida cambia, el derecho cambia y lo que rodea el mundo del derecho también. Así pues, por mucho que nos aferremos a permanecer en nuestra zona de confort no siempre vamos a poder seguir haciendo lo mismo.
Cuando yo empecé el 2 de enero de 2003, es decir, en este siglo, por sorprendente que les parezca a los compañeros más jóvenes, apenas se usaban los documentos en formato PDF, no existía la firma electrónica de documentos y el correo electrónico lo empezábamos a usar tímidamente. Por ello, cuando preparaba una demanda, un recurso o un escrito, primero tenía que imprimirlo, firmarlo manualmente y escanearlo y, en muchas ocasiones, tenía que quedar con el procurador para entregárselo en mano y el procurador lo presentaba en el registro del juzgado –tampoco existía LexNET, Avantius, ni casi ninguna de las plataformas que ahora usamos a diario con total normalidad–.
En tan solo dos décadas hemos tenido que ponernos las pilas con los documentos en formato PDF, la firma electrónica, el correo electrónico, los blogs, las redes sociales, los canales de YouTube y un largo etcétera.
Sin embargo, los cambios que ha habido en los últimos veinte años no son nada en comparación con los cambios que tenemos a la vuelta de la esquina –por no decir encima–. Así mismo, también está cambiando abismalmente la velocidad con la que se producen esos cambios: si antes íbamos a veinte por hora, ahora vamos a doscientos por hora.
En este momento el cambio principal es el relativo a todo lo relacionado con la inteligencia artificial. Depende de nosotros que la inteligencia artificial –IA– se convierta en un instrumento más que nos facilite nuestro trabajo –como en su día sucedió con los documentos en formato PDF, la firma y el correo electrónicos, etc.– o en «nuestro enemigo».
Por eso, no debemos tener miedo a salir de nuestra zona de confort, nos tenemos que formar continuamente y, lo que es más importante, la formación de un abogado no puede limitarse a lo estrictamente jurídico, a la materia de su competencia –en mi caso el derecho de familia y penal relacionado con familia– sino que hay que ir más allá y formarnos en materias novedosas como la que he citado y otras tantas que surgirán.
Por lo tanto «No tengan miedo a salir de la zona de confort» en ello nos va el futuro y, créanme, el presente.
NO TENGAN MIEDO AL 2025
En mi opinión, el día 2 de enero es el «peor» día del año para un autónomo y, más concretamente, para un abogado: todos los contadores se ponen a cero.
Clientes nuevos: 0
Asuntos nuevos: 0
Facturación del año: 0
Y por si todo ello fuera poco, a final de mes nos esperan los pagos trimestrales del IRPF e IVA.
Sabemos lo que hemos «ganado» el año pasado, pero es una incógnita absoluta lo que ganaremos este nuevo año que empieza.
Ante nosotros se presenta un nuevo año como si de un lienzo en blanco se tratara.
De nosotros depende única y exclusivamente –ya que nadie nos va a ayudar– que el 31 de diciembre ese lienzo sea una obra de arte y podamos decir que el 2025 ha valido la pena.
Para ello, el objetivo que nos tenemos que marcar NO es conseguir nuevos clientes, NO es conseguir nuevos casos, NO es incrementar la facturación. El objetivo que nos tenemos que marcar es ayudar más y mejor a más personas; si lo conseguimos, lo demás vendrá como consecuencia de nuestra labor bien hecha.
Por eso, permítanme que les diga por última vez en este post «No tengan miedo al 2025», seguro que todo va a ir bien y, para que así sea, hay que desearlo de verdad y ponerse manos a la obra.
¡Vamos a por el 2025!
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